Cambiando el mundo
10.05.16

Aun considerando que nuestra visión del mundo que nos rodea es limitada en este estado evolutivo en que los humanos nos encontramos, encuentro curioso cómo la mayoría enfatiza los aspectos “terribles” de la sociedad y cómo una minoría intenta cambiarlos.
      Por ejemplo leo acerca de un discurso reciente: “‘La Iglesia Católica no entra en política partidista, pero no puede llevarle al mundo las buenas noticias de la salvación sin trabajar para asegurar que las naciones adopten políticas para terminar la pobreza, la discriminación, la injusticia y los ataques contra la dignidad humana’, dijo el cardenal hondureño Oscar Rodríguez Maradiaga”. Parte de lo que extraigo de este escrito es que el religioso está convencido que en el mundo hay condiciones que necesitan ser cambiadas, asumiendo que el cambio es beneficioso para toda la humanidad.
      En este tema podría verse 4 posiciones distintas, cada una tan válida como las demás, cuyos expositores llamo informalmente “apáticos”, “críticos”, “hacedores” y “comprendedores”.
      Por supuesto, los apáticos son aquellos a quienes no le importa cómo esté la sociedad humana. En ellos por lo general predomina la cómoda inercia del status quo - cualquiera que éste sea - sin ningún sentido de bien-mal ni impulso alguno hacia mejorar su estado. Me atrevo a opinar que este es el mayor grupo - la base de la pirámide humana - que tiende a ser simplemente hedonista.   
      Los críticos serían aquellos que se dan cuenta que la humanidad ha creado condiciones perjudiciales para un gran número de sus miembros. Desde la perspectiva espiritual en términos generales la indignación es una emoción que debe controlarse hasta el punto en que no tenga impacto en nuestro pensar. Sin embargo el mero hecho de indignarse por condiciones como la pobreza, la discriminación, la injusticia, etc. demuestra cuánto hemos progresado como especie. Tener tal razonamiento, juzgar estas condiciones como perjudiciales y tomar la simple acción de criticarlas abiertamente ya nos separa del primer grupo y nos lleva a otro estado en el desarrollo espiritual. Sin embargo considero que este estado en muchos casos surge una trampa que nos retiene durante más tiempo porque las características de este estado tienden a alimentar el placentero egocentrismo. ¿Quién quisiera abandonar un estado en el cual cree continuamente que está correcto y que es mejor que otros?
      Los hacedores son un grupo relativamente pequeño de personas que dedican, por lo menos parte de su vida, a tomar acción física sobre estos problemas. Aquí tenemos los misioneros honestos (sin motivos ulteriores), los voluntarios en obras de caridad, etc. Por supuesto todos podemos ser hacedores de acuerdo a nuestras capacidades y recursos emprendiendo cualquier esfuerzo - por pequeño que sea - con la intención de ayudar a otros. Habiendo conocido personalmente al cardenal Rodríguez, puedo dar fe de sus buenas intenciones y de sus obras para el bien de muchos, las cuales lo hacen indiscutiblemente un gran ejemplo de un hacedor. Pero también entiendo que hay posibilidades que él no ha considerado.
      Otro grupo de personas es compuesto por los comprendedores. Estos se han dado cuenta que aunque parezca absurdo el mundo es perfecto* y que todos los estados humanos mencionados son absolutamente útiles y necesarios. El comprendedor entiende que la miseria del mundo es parte integral de éste, una cualidad que no puede ser removida. Nuestro mundo es exactamente el grado educativo que necesita colectivamente la humanidad. Tal vez haya mundos sin ninguna maldad, ningunos problemas y ningún sufrimiento, pero éste no sería uno de esos... tal como los materiales del salón de clase de matemáticas son diferentes a los del salón de gramática.
      ¿Cómo puede ser útil la miseria humana? Proveyéndonos oportunidades para poder salir de la inercia del apático y llegar a ser sucesivamente críticos, hacedores y comprendedores. El crítico ha desarrollado su percepción, juicio y cualidades asertivas. El hacedor ha logrado dar un paso de acción y practica activamente la caridad, la tolerancia, la templanza, la compasión y muchas otras virtudes. El comprendedor ve y acepta el mundo como es, no como supuestamente “debería ser”.
      La esencia de este escrito es recalcar el lema que en todos los casos “siempre puede haber otra explicación” distinta a la que suponemos que al recordarlo podría ser un consuelo para algunos lectores.
_________________
* Premisa #3 >

 REGRESAR AL ÍNDICE ACTUAL   |   REGRESAR AL ÍNDICE GENERAL